Cartas que nunca me publicarán en El País (2)


Pese a todo 

Habrá quien ya esté acostumbrado a leer libros de biblioteca anotados a cada página, en cada margen. Yo no. Es difícil no desviar la mirada al adelanto manuscrito de qué ocurrirá en próximas líneas; difícil concentrarse entre tanto garabato sinsentido, muestra del aburrimiento que un día sufrió el lector.
A mi parecer, esas columnas de libros agrietados y polvorientos son síntoma de una sociedad en la que no importa “lo de todos” sino lo propio. Nos creemos absolutamente libres para hacer y deshacer en nombre del compromiso con uno mismo, egoísta. Eso sí, el que hoy abusó de medicamentos mañana pondrá el grito en el cielo contra “los vándalos que apedrean farolas”. 
Me hace pensar esta actitud que muchos han sido educados en el individualismo, en la irresponsabilidad con lo ajeno, en superar sus metas pese a todo. No es un problema buscar la satisfacción personal si es a través de la ética y el compromiso con los demás. A nadie le gusta un Estado endeudado, las playas atestadas de cigarros, los ríos contaminados por plásticos y tóxicos industriales, el aire irrespirable, los bosques desnudos, una sociedad conformista… Bueno, a algunos sí, pese a todo.

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